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sábado, 20 de octubre de 2012

De amistades y coincidencias salvadoras.

La segunda semana comenzó con el curso de alemán, innumerables correos en búsqueda de vivienda y una esperanzadora llamada de Diana, diciéndome que sus vecinos podrían estar interesados en alquilar la casa, pero que querían conocerme primero, la cita era el miércoles 10. Por fortuna Diana pudo acompañarme para templar un poco mis nerios y así poderme entender mejor con la señora, muy simpática por cierto.

La casa es inmensa, 4 dormitorios (de los cuales le digo que solo me haría falta uno), un salón, la cocina, el baño y el aseo (en Alemania casi siempre están separados). Es muy antigua y no tiene calefacción sino un horno alimentado por leña y carbón en la cocina, que da calor también a dos habitaciones. Tiene al menos dos plantas más arriba, las cuales no me enseñan (ni yo pregunto por ellas), pero sí me enseñan un sótano que me recuerda enormemente a la bodega de mis abuelos en Tomellosa. Aquí guardan la leña, el carbón, manzanas, cebollas, patatas, calabazas..., en una habitación de la bodega está también la lavadora y además tienen la saluda a un jardín-huerto de unos 4000m2.
En esta casa vivió la madre de esta señora, hasta que murió hace unos meses. Al año que viene la van a vender. Al parecer les caigo bien y me dice que por ella no hay problema pero que también tiene que decidirlo su hermana y que si no me importa volver el viernes a la misma hora. Visto lo visto, y pese a que sigo buscando alojamiento, es obvio que no me importa.

La búsqueda mientras tanto seguía siendo infructuosa. Para ver una habitación en el centro de Stuttgart nos llegamos a juntar a la misma hora 17 personas, todos mis competidores son universitarios alemanes. Voy a ver una habotación en la que la chica se va y mi compañero sería un turco de unos 25 años, la mar de raro (me preguntó hasta 7 veces mi nombre), yo creo que la chavala se iba por on aguantarlo más. Tampoco tenía pinta de ser el más limpio de los seres humanos.

El caso es que llega el viernes y me presento yo solo de nuevo en la casa de los Günther (así se apellida la familia que me alquila la casa). Allí está media familia, su hermana, su marido, su hija y dos críos pequeños. Al verlos a todos me sentí como si me fueran a someter a un tercer grado, pero la verdad es que todos eran muy majetes y simplemente estaban allí para conocerme y confirmarme que podía alquilar la casa. Además como les dije que me tenía que mudar el día 15 (estábamos a viernes 12), estaban todos allí para llevarse recuerdos y cosas de su madre, la señora que vivía alli. Por tanto... tenía casa!!! Recuerdo poner en Facebook que dicen que cuando mueres pesas 21 gramos menos, y que ese dbe ser el peso del alma. Yo no me morí, pero el hecho de que terminara la tesión por la búsqueda de vivienda hizo que me sintoera como si me hubieran quitado una losa de 21 kilos de la espalda.
Por cierto, como suele pasar siempre, o no tienes nada o tienes que decidir. Algo menos de una hora después de confirmar que me alquilaban la casa, me llama la chica que se iba del piso del turco diciendo que si quiero la habitación la puedo alquilar. "Lo siento, pero dile a tu ex-compañero de piso que ya tengo casa".

El domingo 14 traje las maletas (ya me habían dado la llave el viernes anterior) y el lunes 15 al salir del curso ya vine directamente a la casa, firmé el contrato y desde que soy oficialmente inquilino lo que he hecho ha sido limpiar un poco, ir al curso, pasar un par de días griposo, estrenar la casa con unos amigos y tortilla de patata (la foto está en Facebook) y comenzar a preparar las cosas para el próximo paso: la búsqueda de curro.

Ya os iré contando...


La banda sonora que me acompañaba al escribir esta entrada ha sido nuevamente "Audioslave" y su disco homónimo. Insisto: discazo.

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