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miércoles, 16 de junio de 2010

Carta a un apellido en común.

Podrías ser abuelo y ni siquiera lo sabrías. Desconoces cuando tuve una triada con fisura de menisco, o más recientemente escápula alada o el síndrome del tunel carpiano. No sabes quién fue Killah, ni a qué edad me fui de casa, ni los motivos que me llevaron a ello. No conociste a Bea, mi pareja durante 8 años, ni conoces a Laura, que llena mi vida desde hace 9. No sabes si fui a la universidad, si soy un fracasado escolar o quizá ambas cosas. No sabes en los sitios que he trabajado. No sabes quienes son mis amigos. No sabes nada sobre mí.

Eres una persona que de repente me ha enviado un mensaje a mi cuenta de Facebook, y en tan solo 6 horas y dos mensajes de por medio, dices estar muy contento de hablar con tu hijo. Si con "hijo" te refieres a mí, cualquiera puede pensar que eres mi padre. Quienes lo lean, incluso tú que lo escribes, no podríais estar más equivocados.

Un padre debería saber todas aquellas cosas que he dejado reflejadas anteriormente. Un mal padre tan sólo alguna de ellas. Mi madre las sabe, las ha sufrido, y entre medias espero haberle dado alguna alegría. Todas esas cosas las sabe mi familia. Mis abuelos, mis tíos, mis primos. Incluso mis amigos, aquellos amigos que nunca has conocido. Mi familia es materna, y maternal. El nexo familiar que representa tu parte desapareció el día que la tía Charo (curiosamente siempre me he referido a ella como "tía") dejó de interesarse por nosotros. Por mi madre y por mí. Tus padres aparecieron de la nada durante unos días cuando iba al colegio, con lo que se supone que deben ser mis abuelos. Me cuesta llamarlos así. Estaría faltando al respeto a Paulina y Ángel, mis verdaderos abuelos, los que ejercieron como tal.

Eres una una persona que de repente me ha enviado un mensaje a mi cuenta de Facebook diciendo que "mi hermano Ángel" te ha ayudado a encontrarme, y que llevabas mucho tiempo buscándome. Mi madre nunca me ha ocultado nada. Sé que tienes más hijos además de Ángel. Ellos sí son tus hijos. De ellos sí puedes enorgullecerte de ser padre, como bien escribes en tu MySpace, no de mí. La tarea de encontrame a través de Facebook no ha debido resultar fácil, cuando ni siquiera figuran mis apellidos en la cuenta. Y en cuanto al tiempo que llevas tras mi búsqueda... ¿de cuánto tiempo estamos hablando?. Considerando que tengo 34 años, y que de la mayoría de edad (por si no querías tener que decir nada a mi madre) me separan ya 16 largos años, podemos poner como mucho el punto de partida ahí. ¿Te ha llevado 16 años dar conmigo para terminar haciéndolo a través de Facebook?. Creo sinceramente que hay métodos mejores, más rápidos y sobre todo más valientes, para haberme localizado antes. Fíjate, yo sin tener ningún interés en hacerlo, se que estuviste trabajando en una zapatería de la calle Goya hace ya unos años. Es más, hasta vi a la tía Charo (tu hermana), ya con mi mayoría de edad sobrepasada, en su centro de trabajo de la calle Princesa, trabajando con mi tía (la hermana de mi madre). Parece que no era tan difícil.

Volviendo al principio de esta carta, he de decirte que aún no eres abuelo, si es que tienes interés en que quien ahora llamas "hijo" te haga abuelo. Al menos sí me has servido de ejemplo como padre en una cosa: Si alguna vez tengo un hijo, estaré con él. Independientemente de lo bueno o malo de mi relación con su madre. Lo veré crecer, jugar, lo llevaré al hospital o lo visitaré allí. Intentaré que sea buena persona (algo que mi madre ha conseguido en mí), y que intente sacar el máximo provecho de sus estudios, e intentaré que su futuro sea el que él decida. Pero a su lado. Conoceré a sus amigos, a sus parejas. Me cabrearé con él, y él conmigo, y nos reiremos juntos.
Como ves, sí me has servido como ejemplo de padre. Un ejemplo a no seguir.

Es posible, incluso probable, que hayamos estado en el mismo bar tomando una cerveza a unos metros de distancia el uno del otro. Quién sabe, igual espalda con espalda. Quizá nos hemos sentado juntos en la misma sala de cine a tan sólo unos asientos de distancia, o puede que hayamos cruzado las miradas caminando por los túneles del Metro, cada uno en dirección contraria, sin saber quienes éramos. Eso lo hace aún más triste.
Eres una persona que de repente me ha enviado un mensaje a mi cuenta de Facebook, como una estampa de un programa de tele-basura en los que un par de malos actores contratados nos hacen creer que un padre busca a su hijo (y viceversa) tras años sin saber de él. Es algo que nunca llegaré a comprender, carece de sentido para mí buscar a alguien que nunca ha existido.
No te equivoques, no te odio. No se puede odiar a lo que no se conoce. La palabra es indiferencia. No te conozco, no sé quién eres, y si quieres iniciar el contacto, adelante, pero no pretendas ser ahora un padre desesperado buscando a su hijo. No cuando has renunciado a 34 años de vida de aquel a quien quieres llamar así. Eres una persona con un apellido en común que me ha enviado un mensaje a mi cuenta de Facebook.

Te has perdido lo mucho que quiero a mi madre.