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miércoles, 31 de agosto de 2011

Un tercio de año no son 33cl ¿o sí?.

El caso es que hoy terminan estos cuatro meses que han supuesto un pequeño paréntesis en mi vida. La percepción del tiempo, como temporalidad, no como meteorología, es radicalmente distinta cuando se analiza antes de su comienzo a cuando se hace en su final. Cuatro meses parecen bastante antes de su inicio, un tercio de año, casi hasta impresiona, pero cuando llegamos al final del periodo, de esos 33cl de temporalidad trabajando en una fábrica de cervezas, esa percepción del tiempo cambia, y lo que me parecía bastante se reduce a casi nada.

Creo que así lo que consigo es afirmar aquello de que "el tiempo pasa volando", lo cual no se si llamando a las puertas de mis 36 años comienza a gustarme. Como diría mi amigo Locus en uno de sus temas "ahora que por fin se me pasaron las ganas de vivir rápido, la vida va a velocidad de vértigo, qué ironía". Lo que no tengo tan claro es si a partir de mañana, el tiempo seguirá volando a la misma velocidad, o si por el contrario ralentizará su vuelo hasta volver a dejarse llevar por una brisa, la cual espero que sople fuerte y continua para mover las velas de un barco hecho de casas rurales, y no terminar de nuevo en una caída libre a un abismo sin fondo.
Es el clavo al que agarrarme, intentar entrar en el (para mí) desconocido mundo de la gestión en internet y crear nuevos proyectos de algo que para mí es un vicio, y no un negocio, como es viajar. Para ello tengo mucho que aprender, mucho tiempo que dedicar antes si quiera de dar el primer paso para intentar emprender el vuelo, cambiar de rumbo y tomar por fin la corriente buena, la que no me haga volver a caer.

Mientras tanto en estos 33cl de año he dado con buenas personas, un trabajo que si bien no es lo que pretendo, parece que es lo único para lo que estoy predestinado. Cuando se echa la vista atrás, (y eso es algo que hago constantemente) y después giro el cuello para ver mi presente o el futuro, la mayoría de las veces me pregunto si a mis casi 36, tengo aún el derecho de continuar con mi sueño, con mi utopía, o si rendirme a la evidencia y renunciar a las imágenes de mi cabeza. No es fácil para alguien que siempre ha sido inquieto e inconformista. El tiempo, volando o cayendo en picado, lo dirá.
Al menos siempre me quedarán los recuerdos para seguir golpeándome en la cabeza.

De momento hoy terminaré el día brindando con dos compañeros, Roberto y Juan, (especialmente el primero) que me han tratado de maravilla en este tercio de año.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Inolvidable.

Lo que más me jode es que me he olvidado.
No de tí, eso nunca, sino de la fecha. No es una fecha feliz, pero es una fecha que no debería olvidar.

Han pasado 15 años, y recuerdo la fecha de hoy como si fuera casi ayer.
Recuerdo que me encontré con mi madre en la estación de tren cuando yo iba a la Universidad. Ella bajaba del vagón al que yo me iba a subir y le pregunté que qué hacía ella ahí a esas horas de la mañana. Yo iba a la maniestación por el asesinato del Profesor Tomás y Valiente a manos de ETA en la Universidad Autónoma, pero lo que me dijo mi madre hizo que me encontrara solo entre la muchedumbre. Ellos protestaban contra ETA. Yo tenía un mal presentimiento.

Ese mal presentimiento me hizo ir al hospital antes de lo previsto. Entré con el estómago vacío pese a haber comido algo en la universidad, y con la cabeza baja que simplemente levanté para ver cómo mi madre y el tío Jose estaban en el pasillo de urgencias igual de cabizbajos que yo.
Recuerdo que le pregunté a mi madre: "¿puedo entrar a decirle adiós?. "Sí, está muy malita", respondió.
No sé si decir que lo que vi sobre aquella fría cama, en aquella triste sala de hospital eras tú. No lo creo, pero esa imagen me persigue desde entonces. Recuerdo salir rápido de aquella sala, girar en el pasillo a la derecha y sentarme en el suelo, con la mente en blanco, frío, sin saber qué hacer, impasible, casi ido. Cuando alguien se me acercaba, (recuerdo a mi madre o al tío Jose que vinieron hacia mí), parecían pulsar un interruptor que me hacía colapsar y llorar a cántaros. Cuando se despegaban de mí, dejaba de llorar de modo automático.

Para luchar contra aquella imagen, contra "eso" que no eras tú comienzo a recordar otras imágenes, éstas sí que son tu fiel reflejo. Casi siempre en el pueblo, o en la silla del salón de tu casa, cerca de la ventana, con el balcón pletórico de geranios al fondo. Porque era tu casa. Siempre íbamos a casa de la abuela.
Recuerdo los bocadillos de queso "El Cigarral" con chistorra, los vestidos de tirantes que llevabas en el pueblo en verano y cómo te acariciábamos la "pancita" como si fuera una sandía. Recuerdo cómo sacabas la lengua (por llamarlo así). Recuerdo cómo y dónde te sentabas a ver los toros en las fiestas del pueblo, o bailando pasodobles agarrada al abuelo en la plaza. Recuerdo poner los brazos delante tuya como un robot para que hicieras los ovillos de lana. Recuerdo cuando nos sentábamos juntos por la mañana a ver "Dinastía". Recuerdo cuando mi madre me dejaba en casa de la abuela, porque era tu casa, para ir al colegio, y dormía entre tú y el abuelo, y cuando te sentabas en la cama para levantarte te rascaba la espalda. Recuerdo tantas cosas que extraño desde hace ya quince años...

Te recuerdo a tí, como ves. Nunca podré olvidarte.
Pero hoy he olvidado acordarme de una fecha que no quiero recordar, y eso me ha dolido.
Te quiero "abu". Te adoro "sogor", y pese a que sé que estás por aquí rondando, cuidando de todos nosotros como siempre has hecho, te echo muchísimo de menos.

martes, 1 de febrero de 2011

Ni siquiera sé darle un título.

... y así... ¿hasta cuando?.
El reflejo de mi cara en la pantalla del ordenador de Vitecom no ayuda. Que lleve más de una semana sin afeitar tampoco. Veo mi cara reflejada en la pantalla y no sé qué veo, o a quién. A veces, imagino que debido a la desidia en el afeitado, veo a alguien mayor de 35 años, que ya me parecen bastantes, y lo veo (me veo mejor dicho), sin ánimo, sin motivación, simplemente esperando a que pasen las dos soporíferas horas que quedan hasta las dos de la tarde en que abandone mi estado físico, pero no mental.
El estado mental sigue. Sigue pensando que ya supero los 35 años, que llevo 4 meses trabajando cuatro horas al día por un salario mísero, sin contrato, sin cotización, sin motivación, sin futuro (ya no sé si estoy hablando del trabajo o de mí). El estado mental sigue pensando que llevo 11 meses sin trabajar, que mi escasa formación no sirve de nada, que el futuro que me queda sea quizá trabajar de camarero hasta que me jubile, que será cerca de los 70 años, y entonces mi estado mental se recuerda a sí mismo que ni siquiera consigo trabajo de camarero del Vips, en el que las bandejas son rectangulares, se llevan con las dos manos y seguramente no te piden que hayas estudiado hostelería.

Algo que no termina de gustarme (cómo si lo escrito anteriormente ya fuera tan común que hasta le hubiera tomado cariño a la situación) es la costumbre que está tomando mi cuerpo a dormir poco. Casi nunca cierro los ojos antes de las 3, (hoy he batido el récord y eran las 5.30 laúltima vez que miré el reloj), y muchas veces duermo porque ya lo único que hay en la televisión son tarotistas o supuesto concursos en los que con una simple llamada puedes forrarte. El ser humano es muy estúpido, porque o bien no llama nunca, o cuando llama dice una respuesta que no tiene nada que ver con la solución. El caso es que este tipo de programación debe producir algún tipo de interferencia en mi mente que hace que deje de darle vueltas a la cabeza para poner las noticias y así dormirme en la tercera repetición. Si al menos sacara algo en claro de las vueltas que da mi cabeza.... La mayoría de las veces parece un viejo cascarrabias que lo único que sabe hacer es gruñir, refunfuñar, recordar tiempos mejores y maldecir los actuales. Nunca saca soluciones, o a veces quiere sacar tantas que no sé por dónde empezar.

Mi "no jefe" ya ha pasado 3 veces por mi espalda. Tengo la pantalla con el cuadro de texto en pequeño y la mayor parte de lo que se vé en la pantalla ya no es el reflejo de mi cara, sino un catálogo que ya no sé de qué manera alargar más. Creo que ya me da igual que vea que no estoy haciendo nada; total, es él quien ahora tiene que decirme las correcciones que hay que hacerle al catálogo, y aunque no he sido nada creativo, miedo me dan.

Dormir poco, dar un paseo con Gizmo, a duras penas, y con mucha fuerza de voluntad, venir a "algo que debería llamar trabajo", comer algo, casi siempre lo mismo, llegar a casa y buscar inexistentes o incompatibles ofertas de trabajo, leer algún blog que probablemente me encabrone más, reirme un poco con algo gracioso que alguien haya escrito en el Facebook, salir de la rutina mental cuanto más tiempo posible con Fran, Lúa y Xabier, cenar algo con Laura y ver una serie o una película mientras ella se duerme y yo sigo dándole al coco hasta altas horas de la madrugada. Ya van once meses y no parece que vaya a terminar el hábito en un corto espacio de tiempo. Y así... ¿hasta cuando?.