Seguramente tengáis vuestras discrepancias sobre el asunto que hoy abordo, pero desde luego lo siento así. Cuando un amigo se ha ido en busca de una vida distinta y mejor, y al año le toca retornar, es que las cosas no le han ido tan bien como él hubiera esperado y nosotros, como sus amigos, deseado.
Por supuesto que el hecho de volver puede implicar tenerlo más cerca, más accesible, pues un amigo de verdad siempre está ahí a tu lado, pero sigo pensando que la manera en que se produce ese retorno no es la que ninguno hubiéramos deseado.
Las diferencias en cuanto a nuestro proceso migratorio fueron distintas; lo que conmigo fue una ayuda desde el primer momento por parte de la gente que conocía en Stuttgart, fueron puertas cerradas para él por aquellos que tanto le animaron a emprender la aventura migratoria a Londres, y que hasta querían la mención de amigos en su relación. Nada más lejos de la realidad, y eso quema, agota. Ir a un país desconocido animado por gente que en el mismo momento de la llegada te da la espalda ha de ser muy duro.
Por suerte para este amigo, su media naranja, su pareja, su amor ha estado allí con él durante este largo o corto año, según se mire, lo cual entiendo de vital importancia, y que fue lo que a mí me hizo regresar. De no estar su otra mitad allí con él, probablemente ni siquiera hubiera agotado ese año, lo cual es más que comprensible.
Con la sensación de otra oportunidad perdida, de que ni siquiera a los amigos terminan de salirle las cosas bien, más bien al contrario, está transcurriendo esta semana.
Mi periplo de arrimar el hombro este fin de semana en Madrid superó mis expectativas. Si bien ese par de amigos por los que lo daría todo (éste que renuncia a su huída al extranjero es otro de esos amigos a los que se les quiere más que si fueran de la propia familia), parece que ocultaron en cierto modo su pesar durante este largo fin de semana, dos más se unieron a la lista de amigos con problemas.
Uno de ellos de forma más dramática que el otro (bueno otra, que la 4ª persona es una amiga), ya que su relación de pareja parece haber terminado de la peor manera posible tras 7 años de estabilidad. Además la manera de producirse la ruptura fue de las peores, de las que apenas dejan abierta una posibilidad de amistad entre ellos.
La 4ª persona a la que hacía referencia, una amiga en este caso, es la que sufría los problemas menos graves, pero que aún así, pese a estar contenta y de buen ánimo en su reciente relación, algo en el transcurso de la misma no parecía entrar muy dentro de lo normal. Lo bueno es que parece que el tiempo va dirigiendo esa relación por un camino más llevadero, y es el clavo al que se agarra.
Un problema común aparece en todos aquellos amigos (de mayor o menor intensidad) con los que he hablado o compartido este fin de semana: problemas laborales. Todos tienen trabajo, pero todos están mal en él, y no ven el futuro muy prometedor. Lo triste es que quien necesitaba dos trabajos para poder vivir ahora solo tiene uno, lo cual no es muy alentador, y otro, siendo ateo, reza porque no le quiten uno de los dos trabajos que necesita no ya para vivir, sino para sobrevivir. Es tremendamente injusto. Esto no es vida.
Para colmo, una asesora de la Xunta de Galicia nos "anima" diciendo que ésto va a durar aún bastante, y que en materia laboral las cosas van a ir aún peor. Vivan nuestros políticos.
jueves, 5 de agosto de 2010
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