He llegado a preguntarme para qué narices necesito este blog ahora que ya estoy de nuevo en Galicia. Lo que comenzó siendo un diario, un cuaderno de bitácora de mi aventura en Alemania se queda ahora en agua de borrajas porque siento que las palabras, los pensamientos que pasan por mi cabeza, por ese engranaje, no quieren ser publicadas, no quieren ser leídas.
Seguramente sea el miedo a abrirme tanto al mundo, a expresar mis sentimientos de forma tan clara, que no me apetece el exponerme tan abiertamente a la gente que me conoce, y mucho menos a quien no lo hace.
Es una dualidad en la que me pregunto si un blog con forma de diario tiene sentido. Si realmente exponer mis pensamientos personales, aquello que pasa por esa materia gris tan alterada que es mi cerebro es buena idea o si por el contrario debe quedarse guardado en un rincón de la memoria para seguir haciendo su trabajo de desgaste desde ahí. Pero entonces el estilo emocional de un blog personal también perdería su sentido.
Con la "involución" (todo lo contrario a evolucionar) que está sufriendo este país, a diario se me ocurren argumentos para escribir entradas en un blog, pero en un blog informativo, crítico, no en algo que pretendía ser personal. Un blog personal que al no expresar las palabras que no querían ser leídas, parece gravemente herido.